domingo, 8 de agosto de 2010

Por el culo

            A contrapelo (À rebours, 1884), de Joris-Karl Huysmans, fue una novela emblemática para quienes adoptaron esa actitud de ennui, ese mohín de desdén frente a una sociedad progresivamente más materialista que proscribía los placeres estéticos e intelectuales más refinados, esa pose de dandi hastiado, sofisticado hasta lo ridículo, propia del decadentismo decimonónico. El protagonista, el duque Des Esseintes, a quien el contacto con sus mediocres contemporáneos le acaba por resultar insoportable, emprende la aventura de aislarse completamente de la sociedad y vivir encerrado en su casa de Fontenay, solo con sus libros, sus perfumes y sus neurosis (que, previsiblemente, van in crescendo a lo largo del relato). Especialmente representativo de la línea de pensamiento del duque es el fragmento que transcribo a continuación:

 

            Por lo demás, el artificio constituía para Des Esseintes la marca distintiva del ingenio humano.

 

            Como él decía, la naturaleza ha cumplido ya su tiempo, pues ha llegado a agotar definitivamente la paciencia de los espíritus sensibles y refinados por la repugnante uniformidad de sus paisajes y sus cielos. En el fondo, su banalidad es como la de un especialista confinado en su propio campo, y su mezquindad, como la de un tendero que sólo se limita a vender un único artículo excluyendo los demás; ¡qué monótono almacén de praderas y de árboles, qué banal muestra de montañas y de mares!

 

            De hecho, no existe ninguna de las invenciones de la naturaleza, por más sutil o grandiosa que se la considere, que el ingenio humano no sea capaz de crear; no existe ninguna selva de Fontainebleau, ningún claro de luna, que no puedan ser reproducidos mediante decorados y efectos luminosos con focos eléctricos; ninguna cascada que un sistema hidráulico no pueda imitar admirablemente; ninguna roca que el cartón piedra no llegue a fingir; ninguna flor que no pueda ser igualada por un selecto tafetán y por ingenioso papel pintado.

 

            Sin ningún género de duda, la naturaleza, esa sempiterna vieja chocha, ha agotado ya la paciente admiración de los verdaderos artistas, y ha llegado el momento de sustituirla, siempre que sea posible, por el artificio.

 

            He aquí la actitud del dandi, la apuesta estética y vital por lo artificial, por todo aquello que va contra natura. La sublimación de las aspiraciones de Des Esseintes le llega por casualidad, cuando, a causa de un problema digestivo, se ve obligado a alimentarse mediante soluciones líquidas administradas vía rectal: ¡Qué ahorro de tiempo, qué solución tan radical para verse libre de la repugnancia que inspira la carne a los que no tienen apetito! (...) Y, en fin, ¡qué manera tan decisiva de insultar en pleno rostro a la vieja naturaleza cuyas monótonas exigencias quedarían para siempre eliminadas!

 

            Ciento veinte años más tarde, la evolución social y tecnológica ha puesto al alcance de cualquiera el ideal de Des Esseintes. Hoy, que ya no hay dandis (con permiso de don Luis Antonio de Villena), encontramos a patadas jóvenes que se aíslan de la vulgaridad de su entorno físico y pasan el día en pequeñas habitaciones oscuras asomados a la ventana de la pantalla de su ordenador. Son los nerds. Tienen a su disposición un menú visual e interactivo prácticamente infinito, en el que pueden vivir aventuras de fantasía medieval, sumergirse en paisajes artificiales, presenciar las aberraciones sexuales más extraordinarias; pueden conocer almas puras a través de las redes sociales, entes bidimensionales que se desnudan frente a una webcam, sin los inconvenientes que implica su presencia corpórea. El mundo virtual ofrece hoy día muchas más, y más refinadas, posibilidades que el mundo real. Los nerds predican con su aspecto físico su desapego respecto de la vulgar realidad: gafas de gruesos cristales, piel de una palidez vampírica, y una tendencia a la obesidad fruto del desprecio que, como Des Esseintes, sienten por el ritual de la nutrición y despachan de la manera más rápida y artificial posible, a través de la ingesta de hamburguesas y pizzas industriales. He aquí un rechazo de la naturaleza y una inmersión en el artificio más radicales que las descritas por Huysmans en A contrapelo. Quizá esta nueva élite de la virtualidad, los nerds, también acabe alimentándose por el culo.

2 comentarios:

  1. ¿Gafas de gruesos cristales? ¿Palidez vampírica? ¿Tendencia a la obesidad? Cómo te pasas conmigo, tío... ;-)

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  2. Sublime.
    Me pregunto si no me paso demasiadas horas al ordenador en detrimento de la biblioteca

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