domingo, 4 de julio de 2010

Punto de nieve

            Escuchando la banda sonora de “Koyaanisqatsi” (¿lo he escrito bien?), esa fascinante página de Philip Glass, me entró de pronto una cierta incomodidad. En una de las secciones, una trompa repite obsesivamente un patrón rítmico durante varios minutos; en la grabación, a cargo de una orquesta absolutamente intachable, se percibe claramente la angustia del trompista, que sale ileso de semejante tour de force, pero a costa de pequeñas imprecisiones en la ejecución del implacable flujo de corcheas: imprecisiones por cierto inevitables si pretende respirar en algún momento. Algo parecido me ocurre siempre que escucho al saxofonista en “Einstein on the Beach”: no puedo dejar de maravillarme de la capacidad técnica de ese tipo que desgrana arpegios en respiración circular a lo largo y ancho del segundo cuadro de la ópera... pero ¿no es absolutamente antinatural pedirle al saxofonista que no respire? Supongo que estas cosas ocurren cuando para el compositor la partitura es más importante que los músicos. Los compositores minimalistas tienden a considerar a los músicos como meros operarios mecánicos, y por eso a los músicos (que, contra lo que muchos piensan, son animales de sangre caliente) no les suele gustar interpretar obras de Reich, Glass, Adams y sus congéneres.

 

            ¡Oídme, compositores! El desarrollo natural de una frase cómoda en los instrumentos de viento debería corresponder a la espiración en un ciclo respiratorio completo. El músico no puede disfrutar de la interpretación si no está cómodo, y si el músico no disfruta de la interpretación el público tampoco lo hará. Pero, más allá de las particularidades de los vientos, hay otros instrumentos a los que las repeticiones cíclicas les sientan como un guante. Piano, guitarra... sobre todo percusión, el agente de groove por excelencia. El arco de los instrumentos de cuerda frotada, cuando ataca patrones obsesivos, desarrolla un dinamismo similar a ese tan familiar y doméstico de batir claras a punto de nieve. Escuchad la versión para violín y piano de “Fratres” de Arvo Part; el violinista haría una masa para buñuelos perfecta. Por cierto, que el bacalao para el relleno debe estar desalándose en la nevera al menos un par de días antes, y cambiando el agua cada ocho horas.

5 comentarios:

  1. Por fin... fantástico, mr. Alex is Back... Una noticia magnífica.

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  2. Largo paréntesis por obligaciones académicas; ahora estoy liberado y en plena ebullición creativa, así que va a haber muchos... Temblad!!!

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  3. El secreto está en la masa.

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  4. Respirar... ¡Excusas! Lo que tienes que hacer es estudiar más. ;-)

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  5. Y si el compositor busca sin más ahogar al ejecutante? Piensa en Wagner, en el tema de la llama... Precisamente escribió con esa notación rítmica para conseguir qu nadie pudiera tocarlo "bien" y conseguir su efecto de llama candente!!! Es más, después de que Strauss le descubriera el truco, todo el mundo se lo estudió bien y ya la llama no volvió a sonar como antes. Personalmente, como compositor me encanta ahogar a los metales, y el descontento de los músicos no debería ser tal, si se pararan a escuchar el resultado de ciertos sonidos ahogados en suma con el todo. Otra cosa es que a mi esa trompa, sí, también me de dolor de cabeza, pero eso es aparte...

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